6 Las visitas

De niña siempre me pregunté por qué a mi papá no le gustaba que entrara nadie a casa (nadie era ninguna amiga, amigo, enamorado, conocido, tío, prima, sobrina, salvo mi hermano, mi mamá y yo) me molestaba terriblemente porque tenía que recibir a mis enamorados en la puerta de la casa y conversar todo ante los oídos perspicaces de mi tormentoso padre. Cualquier reunión, cumpleaños, navidad o año nuevo la pasábamos los cuatro encerrados en casa, mirando los videos que a él se le ocurra ver, escuchando la música que a él le gustase y conduciéndonos a la vorágine de emociones que pudiera tener en ese momento, es decir si estaba molesto, todos teníamos que estar molestos, si estaba contento (bueno las contadas veces que lo estaba) nosotros también teníamos que estarlo, por lo que generalmente las “reuniones” acababan cada uno en su cuarto encerrado sin poder salir.



Ahora, que ya tengo una casa, bueno aunque alquilada, el ML y yo disponemos de ella, pensé que todo eso cambiaria, que recibiría a quien me pegue la regalada gana, que escucharía la música que a mí me gustara, que vería los videos que yo quisiera y sobretodo que habría parranda cada vez que haya un cumpleaños, reunión o lo que fuera.

Por eso, siempre tenía guardado por allí un cuarto de canchita pop corn, un par de sobres de refresco, y quizá mantequilla extra en caso de que cualquier invitado sorpresa llegue y poder invitarle algo. Ya cuando tuve la refri siempre había una gaseosa, un pisco, un vino o un par de chelas helándose, y cada vez que salía a comprar traía conmigo un paquetón de masa wan tan y un cuarto de queso, siempre para preparar tequeños si alguien más venia.

Los primeros en visitarme fueron mi comadre y mi tío/padrino (a quien llamaremos tío Nel) con todo el manchón que los incluye (en casos típicos solo mis dos sobrinas, otro sobrino y la hija de mi sobrina, en casos atípicos una de mis sobrinas con su esposo, la otra con su enamorado, mi comare con su esposo, mi otro sobrino y -ahora- el otro bebé de mi sobrina con su pequeña, traducción: generalmente espero entre 6 personas a 9 personas por cada visita) y eso que no cuento a mi mamá, que cuando se une al manchón fácil hacemos una docena incluidos el ML, la peque y yo.

Al comienzo fue divertidísimo recibirlos, pues me sentía sola en el primer departamento en que nos mudamos, que era enorme y lejísimos de la casa de mis padres, pero me di cuenta que solo tenía dos sillas y dos banquitas y el acomodar a todos era cuestión maratónica (y casi imposible) mi segunda dificultad fue que solo tenía cuatro vasos, y dos tazas, así que para tomar algo era otro dolor de cabeza, turnarnos para tomar algo era muy incomodo… el otro problema (creo que el principal) eran mis provisiones, generalmente yo compraba todos mis comestibles para la semana, y mi tonta costumbre de creer que el arroz con leche me salía delicioso, disminuía grandemente mi provisión de arroz (tenía que hacer un kilo por visita) mi provisión de azúcar (medio kilo p/v) y mi provisión de mantequilla (1 paquete p/v) muy aparte de cositas tontas como el gas o el PH que en fin… se gastan siempre. Hasta el más simple lonche acababa siendo un dolor de cabeza después de su partida, pues limpiar el desastre de tres niños menores de ocho años, y de varios adultos “deja-miga” y de varios platos y tazas por lavar, sumado a que con el apuro de limpiar y preparar todo no había cocinado, acababa exhausta cada visita, por lo que no sé porque motivo comencé a entender a mi papá.

Cuando me mudé al departamento que hoy tenemos (a una cuadra de la casa de mi comare, de mi tío Nel y de mi mamá) me encargué de surtir mis provisiones, comprar más vasos, mas tazas, y con un juego de muebles, se me hizo mucho más fácil recibirlos, comencé a comprar cosas más productivas, como la mazamorra para preparar o el clásico pop corn, pero con el tiempo… era ya un fastidio recibirlos todos los días, pues la verdad tenia cosas que hacer y en lugar de atender hubiese preferido dormir, ver una película, escribir, o salir con la peque a dar una vuelta, pero nada… atendiendo y atendiendo se me pasaba la tarde y casi la noche, y cuando llegaba el ML yo ya estaba cansada totalmente.

Como explicar que cuando me preguntan “como estas?” o un “qué novedades?” yo solamente podría decir “bien” y “nada, todo tranquilo como siempre”, pues en mi vida… NO HAY NOVEDADES!!! NO TENGO NADA NUEVO DE CONTAR!!!! Esa es la vaina de ser anfitriona, crear distracción, empezar una conversación, pero como explicar que mi monótona vida solamente está entre la cocina y el mercado? Nadie absolutamente nadie se entusiasmaría si comenzara a contarles sobre Crepúsculo, o sobre mis dudas para escribir el libro que estoy haciendo, o absolutamente nadie entendería de problemas de cama, o llamadas de algún ex en la madrugada, o mi empeño desmedido de leer por enésima vez un mismo libro (o una misma saga) así que simplemente sonrío y dejo que el silencio intente persuadirlos a que se vayan rápido.

Yo sería feliz si solamente viniera mi tío Nel, y mi mamá, el primero porque es como un padre para mí y la segunda porque es mi vieja y aunque no lo quiera siempre pero siempre vendrá, hasta el ML me dijo “si tu tío te pide que le des toda la olla, dásela, él se lo merece" , asi que cuando llega del trabajo y me pregunta que hay de cenar y le digo que nada para la noche, él solo me responde: "y como esta tu tio? que cuenta? parece que vino hoy no?"