Quiero recalcar algo muy importante, no soy ni era años atrás la gran cosa, no era ni soy el mujeron que nunca quise ser, simplemente era y soy una mujer sencilla, fea, desaliñada, con apariencia de tranquila, y muy seria. En sí, esa es la imagen que quiero proyectar, pero que en realidad no es asi :S
Corría el verano del noventa y cuatro, estaba por cumplir dieciséis años y por concluir el colegio fiscal que nunca me gustó. Escuchaba la radio como casi siempre, en mi intento por sentirme acompañada, pues debido a mi aspecto, no tenia muchas amigas (a pesar que estudie en colegio de mujeres) ni mucho menos amigos (repito, era algo antisociable) y cambiaba constantemente de emisora para poder encontrar algo con que entretenerme, tenia el teléfono a la mano, y de un programa radial de las noches, de esos que te buscaban pareja sea como sea, pude apuntar nombres, teléfonos de personas que como yo buscaban quizá a su alma gemela (¿cómo encontrar y definir quién sería esa persona especial en tu vida con tan solo escucharla al aire diez segundos y saber de ella su voz y un frío número?), ilusa -pienso ahora que pequé de crédula- pero en fin, como culparme! Tenía casi dieciséis años, y casi ninguna experiencia en cuestiones del amor, pareja, besos, caricias, ni nada parecido. Escuchaba este programa, en parte para reírme de algunos hombres ya desesperados por dar datos de ellos que nadie les había preguntado (“Calzo cuarenta y tres y los pantalones me quedan ajustados por la parte del cierre”), y también, -para que negarlo- deleitarme imaginando a los chicos que llamaban, y que les notaba alguna pizca de interesante, apuntando números y datos que solo llenaban un viejo cuaderno, pues nunca me di la valentía de poder llamar, mucho menos interrelacionarme con alguien que ni conocía.
Primero de Octubre: me quedé sola en casa, intentaré llamar, aunque deberá esta ocupado ese número, casi todos llaman en viernes, curiosamente a la primera marcada entró mi llamada.
Mujer joven y educada da lecciones en privado – No! No dije eso, solo recordé la canción de Locomia “Everybody need somebody”- Mi nombre, mis hobbies, mi color favorito y ya esta. Cuestión rara que no me hayan preguntado mi edad -cosa que en esas alturas era importante porque aun era menor- Pues bien, recibí llamadas de zapateros, de vigilantes, de chicos maduros que al llamarme y saber mi edad, optaban por colgar el teléfono sin ninguna explicación.
Ya decepcionada de que no hubiera servido de nada mi única llamada a ese programa, seguía escuchándolo para entretenerme un poco sin esperanza de ya encontrar a alguien especial, tan solo me reía de cómo vendían su pan. Y de un momento a otro, así de inesperado, llama alguien diciendo: “escuche a una tal Lisett, me dieron mal su teléfono por interno y no pude contactarla, por favor denme su número nuevamente”. Mis ojos se pusieron cuadrados, alguien me había estado buscando desde ya semanas y no me encontraba, y seguía insistiendo, (ojala no sea otro vigilante, pensé). El conductor del programa le dijo que era mejor que él deje su número telefónico al aire entonces, quizá, esa tal Lisett podría llamarlo; mi emoción fue tal que no dude en llamarlo. Ángel Custodio su nombre, rarísimo, pensé que me bromeaba, pero al ver su Documento de Identidad comprobé que era cierto. Ángel y yo hablamos por teléfono todas las noches de los siguientes dos meses, aproximadamente de cuatro a seis horas. Y, es que en esos tiempos aun no existía robofonica y las llamadas no costaban lo que ahora -con un rin de veinte centavos podías hablar cinco minutos, ahora con una moneda de cincuenta centavos, hablas dos minutos cuarenta y cinco segundos- cuestiones de tiempos y de la beata globalización .
Un día de Abril, corría a matricularme en mi último año escolar y tuve un accidente de tránsito que me tuvo de reposo casi un mes, pues tuve una contusión en la cabeza. Ángel se enteró por medio de mi madre, y pidió mi dirección para visitarme, (¿qué? ¡No! No podría ser, yo estaba mal de salud, gorda, con el cabello cortisímo, y aun no sabia de las magias del maquillaje, ¿como podría verme él así? ) Mas insistió tanto que lo tenia dos días después tocando mi puerta.
Me asomé por la ventana, estaban dos chicos allí, uno de ellos bajito con cabello ondulado (se había hecho el permanente, clarísimo se notaba), con un ramito de rosas en la mano; el otro, alto, delgado, trigueño, cabello ondulado naturalmente, con una casaca grande, muy bien lo recuerdo. El primero se presento como Ángel, mucho gusto le dije, “él es mi amigo”, me dijo señalándome al joven alto. Muchísimo gusto… realmente siempre me gustaron los hombres de cabellos ondulados, altos, delgados, de grandes ojos… ese amigo estaba muy bien… pasaron a mi sala, Ángel me dio las rosas y me conversaba de tantas cosas, mientras que el su amigo me miraba sin hablar nada. De un momento a otro me dice que tiene que irse y que si se puede quedar su amigo, bueno… no hay problema… (Me pareció por demás rarísimo, tuve temor, pero mamá estaba en la cocina y no me pasaría nada). Después de un rato, el joven que se quedó me dice: “disculpa Lisett, yo soy Ángel, solo que te quería probar, el que se fue es mi amigo del trabajo, me quiso ayudar en esto, es que realmente quería ver tu reacción frente a él, para examinarte mejor y ver si las apariencias te importan o no”. Sorprendida lo miré, y nuevamente nos presentamos. De su casaca sacó un peluche hermoso, fue la primera vez que me pasaba algo así, con tan solo mirarnos supimos que estábamos enamorados, claro que no lo dijimos, pero tiempo después no podíamos despegarnos el uno del otro.
Esta relación fue muy especial, pues él vivía en Ica, y pocas veces estaba en Lima. Mi madre adoraba a este Ángel (él alguna vez me dijo: “las madres saben lo que mejor les conviene a sus hijas”… no, no es cierto) él le enviaba uvas, dulces y otras cosas de allá. Me llegaban muchas veces ramos de rosas, cartas con fotos, dedicatorias empalagosas, más no estaba cien por ciento segura de él, no se realmente los motivos pero comencé a alejarme poco a poco, y he allí que comenzaron los problemas… mi enamorado se estaba obsesionando conmigo.
La verdad que era muy difícil el dejarlo, el decirle “ya no quiero nada contigo, just still be friends!”… Ángel siempre fue muy lindo conmigo, y eso no daba motivos para el fin. Lo quise mucho, pero me atormentaba su obsesión por no dejar esta relación que se venia rompiendo poco a poco. Recuerdo que una vez, al insinuarle mis intenciones me dijo: “tú acabarás conmigo, pero yo nunca acabaré contigo”. Sin saberlo, todas sus actitudes, llamadas y frases fueron abriendo cerco alrededor de mi corazón con respecto a él.
Al mismo tiempo, asistía todos los domingos a la Iglesia. Allí siempre tuve amigos menores que yo, me encantaba ir con ellos por todos lados y poder hablar de cosas en común. Hasta que de repente apareció un joven en mi clase…. mmm… ¿Quien sería? Su nombre: Hiro, así de simple y a la vez complejo. Tenía mi edad y sus ojitos chinitos provocaron un temblor en la enredadera de cosas que era mi cabeza en ese momento.
Mientras Ángel me atiborraba de celos y cuestionamientos, Hiro me alegraba los días con su inocencia y afán por descubrir cosas (él acababa de llegar del oriente, y Lima le resultaba una experiencia fascinante).
Poco a poco, Hiro y yo fuimos envolviéndonos en una especie de relación muy fuerte, que no era amistad, que no era amor, más involucraba muchos aspectos de nuestras vidas, que eran comunes, que eran raras; siempre sobraban motivos para reunirnos, hablar y caminar.
Atada a una relación ya infructífera, ideaba diariamente formas de cómo podría terminar algo que solo se sujetaba de recuerdos por mi parte, y de amor enfermizo por su parte, desmotivándome cada vez más, sin saber que hacer.
Más un día, de la manera cobarde que siempre usé, de decir las cosas por papelitos y no de frente, envíe una carta a Ica finiquitando esto al fin.
Ya liberada, pude profundizar más mi “amistad” con Hiro, pero éste no se atrevía a decirme absolutamente nada, entonces jugaba entre alguien que me quería a su lado a pesar de todo, y alguien que no se decidía a nada conmigo, pero que en sus ojos veía tantas cosas que nunca pude descifrar.
Ángel siguió insistiendo por mucho tiempo, yo caí muchas veces, aunque confieso que actuaba de pura pena, sentía lástima de verlo allí frente a mí preguntándose que fue lo que hizo mal, y proclamando que me amaba a pesar de todo; mamá siempre me dijo, “no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti, recuerda: todo lo que él llora ahora, tú lo harás después y con mucha mas fuerza”.
Corría el verano del noventa y cuatro, estaba por cumplir dieciséis años y por concluir el colegio fiscal que nunca me gustó. Escuchaba la radio como casi siempre, en mi intento por sentirme acompañada, pues debido a mi aspecto, no tenia muchas amigas (a pesar que estudie en colegio de mujeres) ni mucho menos amigos (repito, era algo antisociable) y cambiaba constantemente de emisora para poder encontrar algo con que entretenerme, tenia el teléfono a la mano, y de un programa radial de las noches, de esos que te buscaban pareja sea como sea, pude apuntar nombres, teléfonos de personas que como yo buscaban quizá a su alma gemela (¿cómo encontrar y definir quién sería esa persona especial en tu vida con tan solo escucharla al aire diez segundos y saber de ella su voz y un frío número?), ilusa -pienso ahora que pequé de crédula- pero en fin, como culparme! Tenía casi dieciséis años, y casi ninguna experiencia en cuestiones del amor, pareja, besos, caricias, ni nada parecido. Escuchaba este programa, en parte para reírme de algunos hombres ya desesperados por dar datos de ellos que nadie les había preguntado (“Calzo cuarenta y tres y los pantalones me quedan ajustados por la parte del cierre”), y también, -para que negarlo- deleitarme imaginando a los chicos que llamaban, y que les notaba alguna pizca de interesante, apuntando números y datos que solo llenaban un viejo cuaderno, pues nunca me di la valentía de poder llamar, mucho menos interrelacionarme con alguien que ni conocía.
Primero de Octubre: me quedé sola en casa, intentaré llamar, aunque deberá esta ocupado ese número, casi todos llaman en viernes, curiosamente a la primera marcada entró mi llamada.
Mujer joven y educada da lecciones en privado – No! No dije eso, solo recordé la canción de Locomia “Everybody need somebody”- Mi nombre, mis hobbies, mi color favorito y ya esta. Cuestión rara que no me hayan preguntado mi edad -cosa que en esas alturas era importante porque aun era menor- Pues bien, recibí llamadas de zapateros, de vigilantes, de chicos maduros que al llamarme y saber mi edad, optaban por colgar el teléfono sin ninguna explicación.
Ya decepcionada de que no hubiera servido de nada mi única llamada a ese programa, seguía escuchándolo para entretenerme un poco sin esperanza de ya encontrar a alguien especial, tan solo me reía de cómo vendían su pan. Y de un momento a otro, así de inesperado, llama alguien diciendo: “escuche a una tal Lisett, me dieron mal su teléfono por interno y no pude contactarla, por favor denme su número nuevamente”. Mis ojos se pusieron cuadrados, alguien me había estado buscando desde ya semanas y no me encontraba, y seguía insistiendo, (ojala no sea otro vigilante, pensé). El conductor del programa le dijo que era mejor que él deje su número telefónico al aire entonces, quizá, esa tal Lisett podría llamarlo; mi emoción fue tal que no dude en llamarlo. Ángel Custodio su nombre, rarísimo, pensé que me bromeaba, pero al ver su Documento de Identidad comprobé que era cierto. Ángel y yo hablamos por teléfono todas las noches de los siguientes dos meses, aproximadamente de cuatro a seis horas. Y, es que en esos tiempos aun no existía robofonica y las llamadas no costaban lo que ahora -con un rin de veinte centavos podías hablar cinco minutos, ahora con una moneda de cincuenta centavos, hablas dos minutos cuarenta y cinco segundos- cuestiones de tiempos y de la beata globalización .
Un día de Abril, corría a matricularme en mi último año escolar y tuve un accidente de tránsito que me tuvo de reposo casi un mes, pues tuve una contusión en la cabeza. Ángel se enteró por medio de mi madre, y pidió mi dirección para visitarme, (¿qué? ¡No! No podría ser, yo estaba mal de salud, gorda, con el cabello cortisímo, y aun no sabia de las magias del maquillaje, ¿como podría verme él así? ) Mas insistió tanto que lo tenia dos días después tocando mi puerta.
Me asomé por la ventana, estaban dos chicos allí, uno de ellos bajito con cabello ondulado (se había hecho el permanente, clarísimo se notaba), con un ramito de rosas en la mano; el otro, alto, delgado, trigueño, cabello ondulado naturalmente, con una casaca grande, muy bien lo recuerdo. El primero se presento como Ángel, mucho gusto le dije, “él es mi amigo”, me dijo señalándome al joven alto. Muchísimo gusto… realmente siempre me gustaron los hombres de cabellos ondulados, altos, delgados, de grandes ojos… ese amigo estaba muy bien… pasaron a mi sala, Ángel me dio las rosas y me conversaba de tantas cosas, mientras que el su amigo me miraba sin hablar nada. De un momento a otro me dice que tiene que irse y que si se puede quedar su amigo, bueno… no hay problema… (Me pareció por demás rarísimo, tuve temor, pero mamá estaba en la cocina y no me pasaría nada). Después de un rato, el joven que se quedó me dice: “disculpa Lisett, yo soy Ángel, solo que te quería probar, el que se fue es mi amigo del trabajo, me quiso ayudar en esto, es que realmente quería ver tu reacción frente a él, para examinarte mejor y ver si las apariencias te importan o no”. Sorprendida lo miré, y nuevamente nos presentamos. De su casaca sacó un peluche hermoso, fue la primera vez que me pasaba algo así, con tan solo mirarnos supimos que estábamos enamorados, claro que no lo dijimos, pero tiempo después no podíamos despegarnos el uno del otro.
Esta relación fue muy especial, pues él vivía en Ica, y pocas veces estaba en Lima. Mi madre adoraba a este Ángel (él alguna vez me dijo: “las madres saben lo que mejor les conviene a sus hijas”… no, no es cierto) él le enviaba uvas, dulces y otras cosas de allá. Me llegaban muchas veces ramos de rosas, cartas con fotos, dedicatorias empalagosas, más no estaba cien por ciento segura de él, no se realmente los motivos pero comencé a alejarme poco a poco, y he allí que comenzaron los problemas… mi enamorado se estaba obsesionando conmigo.
La verdad que era muy difícil el dejarlo, el decirle “ya no quiero nada contigo, just still be friends!”… Ángel siempre fue muy lindo conmigo, y eso no daba motivos para el fin. Lo quise mucho, pero me atormentaba su obsesión por no dejar esta relación que se venia rompiendo poco a poco. Recuerdo que una vez, al insinuarle mis intenciones me dijo: “tú acabarás conmigo, pero yo nunca acabaré contigo”. Sin saberlo, todas sus actitudes, llamadas y frases fueron abriendo cerco alrededor de mi corazón con respecto a él.
Al mismo tiempo, asistía todos los domingos a la Iglesia. Allí siempre tuve amigos menores que yo, me encantaba ir con ellos por todos lados y poder hablar de cosas en común. Hasta que de repente apareció un joven en mi clase…. mmm… ¿Quien sería? Su nombre: Hiro, así de simple y a la vez complejo. Tenía mi edad y sus ojitos chinitos provocaron un temblor en la enredadera de cosas que era mi cabeza en ese momento.
Mientras Ángel me atiborraba de celos y cuestionamientos, Hiro me alegraba los días con su inocencia y afán por descubrir cosas (él acababa de llegar del oriente, y Lima le resultaba una experiencia fascinante).
Poco a poco, Hiro y yo fuimos envolviéndonos en una especie de relación muy fuerte, que no era amistad, que no era amor, más involucraba muchos aspectos de nuestras vidas, que eran comunes, que eran raras; siempre sobraban motivos para reunirnos, hablar y caminar.
Atada a una relación ya infructífera, ideaba diariamente formas de cómo podría terminar algo que solo se sujetaba de recuerdos por mi parte, y de amor enfermizo por su parte, desmotivándome cada vez más, sin saber que hacer.
Más un día, de la manera cobarde que siempre usé, de decir las cosas por papelitos y no de frente, envíe una carta a Ica finiquitando esto al fin.
Ya liberada, pude profundizar más mi “amistad” con Hiro, pero éste no se atrevía a decirme absolutamente nada, entonces jugaba entre alguien que me quería a su lado a pesar de todo, y alguien que no se decidía a nada conmigo, pero que en sus ojos veía tantas cosas que nunca pude descifrar.
Ángel siguió insistiendo por mucho tiempo, yo caí muchas veces, aunque confieso que actuaba de pura pena, sentía lástima de verlo allí frente a mí preguntándose que fue lo que hizo mal, y proclamando que me amaba a pesar de todo; mamá siempre me dijo, “no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti, recuerda: todo lo que él llora ahora, tú lo harás después y con mucha mas fuerza”.
Lo último que recuerdo de él es una fría mirada y una rara llamada. Estudié por seis años en Chorrillos, y contando ya veintidós años y cursando el cuarto año de derecho, me dirigía como todos los días a mi casa, y al mirar de casualidad al copiloto del chofer de la couster en la que me transportaba, vi una delgada figura, volteo me sonrió, pagó mi pasaje y se bajo del auto. Tuve una sensación extraña, que se acentuó al recibir días después una llamada (según Ángel podría olvidarse todas las cosas, pero nunca se olvidaría de mi número telefónico) comentándome de una manera desinteresada que ayer me vio salir de mi Universidad con un grupo de amigas y que el color negro me quedaba muy bien. Asustada respondí cualquier cosa, y sin importarle me confesó que tenía alquilado un departamento en la cuadra siguiente de mi Universidad y que a veces me observaba desde lejos. Esa imagen me quedó de él, hombre obsesionado, quizá enamorado, pero algo perturbado.
2 que no se callaron:
Esa canción pues... ¿era Radio Ritmo?
Cuando dijiste que se llamaba Ángel Custodio, pensé que se trataba de un vigilante al que llamarías "guardían".
Bueno, para él habrá sido un enigma doloroso por mucho tiempo el fin de la relación. Te diré que los hombres no nos quedamos pegados a alguien solamente, sino a un hecho, a circunstancias cerradas abrupta y misteriosamente, sin dejar motivos claros.
Me pasó, estuve en esas más de dos años y ahora, con mucho más tiempo a cuestas, puedo decir que tengo motivos justos para sancionarla, pero no tengo como: Se enclaustró en una intendencia pública, en la que nada tengo que hacer.
CPT, Locomía, que viejo me siento; igual, me gustó el post.
Raulin lin lin xD
gracias por tomarte la chamba de comentarme, otra vez! :)
Mmm.. radio ritmo? no.., creo que alli estaba hector felipe verdad? recuerdo tambien 1160 (al rojo vivo xD) y el club de los gatos enamorados, pero la radio era CPN o como se llamara antes, y lo conducia un pata con una voz.!! pero ke despues lo vimos en la tele y era un.. un.. chico no agraciado y con problemas en una de sus manos, cosa que lo saco de la radio pues recuerdo que en un talk show lo confrontaron con otras chicas que estaban "enamoradoas" de él y se calleron como condorito con un PLOP! xD
Es cierto, muchas veces pienso que los hombres son mucho mas enredados y dificiles que las mujeres, pero vuelvo con mi teoria del comienzo, somos iguales pero a la vez diferentes :S
tu caso va pa la peña! xD
Creo que todos hemos pasado alguna vez por cosas parecidas, pero no te preocupes el mundo da vueltas tooodos los dias y algun dia te encontraras frente a frente con ella y le haras la mirada de desprecio del padre maritin xD
Locomia kichiparicu xD esa cancion es reciente eh! esa de "hombre joven y educado da lecciones en privado" es de una cancion llamada everybody need somebody, que por cierto es la muerte!
Gracias por leerme, y gracias porq te gusto mi post,
un besito
Lisett
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